martes, 27 de diciembre de 2011

EL PORQUÉ DE MIS DEFECTOS


A los mejor alguno de ustedes se ha preguntado después de leer mi entrada sobre la cerveza de dónde me viene a mí tal vicio. 
Claro está que todo se hereda, menos la pasta y la belleza, pero los vicios y los defectos son gen dominante- como los ojos oscuros-  y se transmiten de generación en generación sin solución de continuidad. Si tu madre tenía los muslos gordos, pues ale, te han tocado y que te den, ya puedes matarte en la elíptica -ya saben, mi potro de tortura particular- que no hay manera de deshacerse de ellos, si tu padre tenía el culo gordo, pues eso, culo gordo que te toca, y a hacer glúteos toda tu vida si no quieres parecer una Yénifer López obesa...pero de lo bueno poco queda, se ve que todo lo estupendo se va diluyendo a lo largo de las generaciones y el gen que permanece finalmente debe ser gordísimo y de lo más borde..y así basta con que una rama familiar sea viciosa o defectuosa para que el adorno me venga a mí sin remedio, si hubo un miope en el siglo XVII pues fíjate que casualidad, nadie lo heredó hasta que llegó la menda a este mundo de Dios y no se crean que en grado leve, nada de eso, que una es más miope que el Rompetechos con cataratas, tanto que cuando fui al óptico para hacerme mis primeras lentillas no había suficiente cristal y tuvieron que importarlo.

A lo que iba...les decía y no es por excusarme, que la razón de mis vicios debe ser algo profundo y estoy segura, por lo visto y observado, que debe tener hondas raíces familiares.
Superada la etapa en que me gustaba comer- ahora no es que no me guste pero ya no soy la que era- los demás vicios los mantengo firmemente aferrados a mis genes.
  Los debo tener pegados con Loctite porque no hay manera de deshacerme de ellos y no es que tenga mucho interés en que desaparezcan pero una, que posee algo de inteligencia-heredada- sabe que no son de lo más recomendable y lo que tengo claro, es que su existencia se remonta a lo más granado de mi ascendencia.
  El gen del fumeteo no se exactamente de dónde procede pues, pese a que creo recordar que todos mis ancestros han fumado con auténtica fruición hasta hace cuatro días, hoy ninguno sería capaz de reconocer que me ha transmitido el gen humeante porque ya no es políticamente correcto y le mirarían mal y los pocos que fumamos somos considerados en la escala social al mismo nivel que las cucarachas..si esas asquerosas marrones que vuelan y que son del tamaño de un hamster.
 El de la cerveza me ha atacado hondamente y creo que con los años irá más como ocurre con todos los vicios- como las orejas y la nariz- ¡que nunca dejan de crecer!...pero no les voy a contar de dónde procede porque no sería elegante, aún así no me considero culpable por poseerlo pero les confieso que tampoco me molesta ni siquiera me avergüenza.
 Se que llegará un momento en que tomaré mi primera cerveza a las 10 de la mañana y cuando mi hermana me llame a esas horas para preguntarme que tal me va le diré con todo el desparpajo : "Pues muy bien Mari, en este mismo momento me acabo de abrir una cervecita" y que cuando le pida a mi nieto que me baje la basura me contestará "Abuelita no lo entiendo con lo grande que es la bolsa hay que ver que poco pesa"- no le confesaré que sólo contiene latas de Amstel vacías- o que esconderé las bolsas llenas de latas para que mi Keli no la vea y me la bajaré al contenedor de noche, ajena a las miradas curiosas, no sea que vayan a pensar mal mis vecinos y cuando mi hijo llegue a casa a comer -yo ya tendré ochentaytantos- y me ofrezca una cerveza le diré : "bueno, ya llevo dos pero ponme otra" y cómo excusándome le contaré: "es que estoy despierta desde las seis y a las once ya lo he hecho todo y claro, me siento a leer el periódico con una cervecita y como no hay dos sin tres....." 
 Pues eso...que me espera una vejez consagrada a mis vicios favoritos y viviendo por lo menos hasta los 100 menos cuarenta días, como una de mis "ancestras" que pese a haber también padecido los mismos genes viciosos, vivió feliz tomando cervecitas en el bingo mientras se fumaba un cigarrillo tras otro- cuando este placer todavía no era considerado un vicio nefando de calibre delictual- y con tal robusta y sana naturaleza creo que habrá tenido el buen gusto de transmitirme la longevidad- que no es un vicio- y no el placer por el bingo porque esto ya sería el colmo.