viernes, 11 de febrero de 2011

NUESTRO AMIGO Y EL PIANO

Mi churri y yo tenemos un amigo al que queremos mucho y del que a veces su churri a la que también queremos mucho no vayan a pensar mal, nos cuenta unas anécdotas de lo más divertido.
Nuestro amigo hace años viajaba mucho por trabajo y siempre que llegaba al hotel, donde quiera que éste estuviese, en Londres, Hamburgo, Nueva York y fuera de la categoría que fuera, siempre preguntaba nada más llegar
-¿Por favor me puede ud. decir si tienen piano en este hotel? (esto en español lento pues no domina los idiomas ni siquiera el esperanto) y si la contestación era afirmativa, instaba al muchacho a acompañarle a la sala donde estaba ubicado el piano.
Una vez allí se quedaba solo con su churri y comenzaba el ritual, se acercaba ceremoniosamente al taburete y lo subía o bajaba a su altura que es considerable, una vez hecho se sentaba ante el piano, se retiraba las faldas de la americana y se ponía en posición, alzando las manos como un rito y tocaba dos o tres teclas, pues todo hay que decirlo, el pobre no tiene ni idea de tocar el piano, es más ni siquiera se sabe el "Para Elisa".
Aún así todos sus compañeros de viaje, que desconocían lo que ocurría una vez dentro del salón del piano, estaban convencidos de que era un virtuoso y que tocaba mejor que Mozart en su madurez, aún cuando nunca le habían oído ni una nota.
Así las cosas siguió con su ritual en Madrid, Paris, Estocolmo....hasta que un día en un importante congreso laboral y ya en el momento del gin-tonic que casualmente tomaban en el salón del piano, uno de sus compañeros que, insisto, no tenía ni idea de las carencias de nuestro amigo, le instó encarecidamente a que les deleitara con alguna pieza ante el horror de nuestro amigo y su churri que ya veían su secreto al descubierto...pero ¡hete aquí que nuestro amigo es hombre de recursos! y ante la insistencia de sus compañeros de trabajo, jefazos incluidos, dijo "Ok, un momentito voy al servicio y en breve estoy con uds, vayan pensando que desean que les interprete..."
Nuestro amigo, que es muy valiente y aguerrido pero que ante este desafío sabía que no tenía salida posible le dijo a su churri "cariño acompáñame".
Mi amiga horrorizada por el compromiso en que se veían ambos le siguió hasta el servicio y una vez allí su churri le dice -"voy a poner la mano derecha en los goznes de esta puerta y vas a pegar el portazo de tu vida..."
- "¿pero que me estás diciendo, como es posible que seas capaz...?”
- "¿no lo entiendes si descubren mi secreto corremos el riesgo de quedarnos en la calle?"
-"no tenemos más remedio y en poco tiempo se me cura"
 Tal y como está el mercado laboral y la puñetera crisis, mi amiga decidió que su churri tenía razón, no podían correr el riesgo de quedar en ridículo ante todos los jefazos y jefecitos, ¡que remedio nos queda! ¡hagamos de tripas corazón! y ante el asombro de nuestro amigo pegó un portazo que se escucho en la planta 15ª del hotel seguido lógicamente del grito de horror de nuestro valiente amigo...
En fin ya pueden imaginar cómo terminó la historia, los dedos destrozados, nuestros amigos en el hospital, y su honor y su puesto de trabajo a salvo....
 Pero lo mejor vino con la explicación del porqué de esta manía, ¿qué te lleva a hacer esto en cada hotel que visitas?
“Mi madre siempre me ha dicho que tengo dedos de pianista y me gusta hacerme la ilusión de que lo soy en realidad"

2 comentarios:

  1. pues menos mal que no le dijo que tenia cara de paracaidista, porque una vez arriba no habria tenido mas remedio que lanzarse con los dedos rotos o no.

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  2. el paciente inglés12 de febrero de 2011, 23:19

    El truco en la canícula.

    22 de agosto; tras un agradable baño en las pozas, en el cual culos ebúrneos habían lucido al sol, a las dos de la tarde la luz que entraba por los ventanales del restaurante era un fulgor blanquecino. La foia de Castalla asemejaba un paisaje lunar, y el embutido, bamboleante y colgado del techo, goteaba grasa a modo de sudoración. El aperitivo estaba resultando divertido, pero se vió interrumpido por la aparición del encargado que, erigiéndose en mago y entretenedor, se aproximó a nuestra mesa blandiendo un mazo de cartas, cual tahúr del Missisipi, con el fin de asombrarnos con alguno de sus famosos trucos. No contaba con la inverosímil reacción del amigo que ocupaba el extremo de nuestra reunión que, contra toda razón y por mor de quitarse una molestia de encima, dio por bueno el naipe que el mago le mostró, cuando realmente la gracia del truco era continuar con la búsqueda. Ante tan inopinada actitud, sin precedentes en la historia de la disciplina, el mago quedó totalmente desconcertado, mirando con ojos vacunos a nuestro amigo, de modo que sólo alcanzó a decir "¡hombre, eso no se hace!", tras lo cual se retiró moviendo la cabeza de lado a lado. Greo que no me he reido más en toda mi vida, y no fuí el único.

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